Digamos que unas dos o tres veces al días razono sobre ti, sobre lo que eres... También, razono sobre el otro, sobre lo que podría ser...
Digamos que unas cien veces al día, de manera breve, aunque lacerante, me cuestiono a mí misma. Sí, me siento infeliz, incompleta, insatisfecha, indefinible, improbable, inconforme... A veces, creo que no podré reconstruirme y que me llenaré de arrugas, canas, cremas faciales y calcio pensando en todo lo que quise ser y no pude...
Digamos que, una vez por semana, te tengo una putísima envidia porque no te he visto llorar ni sentir lo que es caer en un abismo... Aunque te deseé lo más parecido a lo que llaman infierno, lograr que lo vivas nunca me hará retomar la senda.
Digamos que, todas las noches, creo que no podré desear a otro hombre, porque tú te interpones. Sí, apareces para desdibujar la imagen. Por más que no quiera, estás ahí.
Digamos que, en algún momento cuya periodicidad varía según mi ánimo, creo que ningún hombre se atreverá a meterse en mi vida. Siento que soy invisible al sexo masculino, por más resaltador que use sobre mi figura... No tengo la opción de la evasión que ofrecen otras pieles...
Digamos que a él lo quiero. Sí, lo quiero... Pero no consigo en su vida lo que hallé en la tuya. A veces, creo nunca conseguiré su atención, menos aún encajar en su existencia. Creo que él es otra versión tuya, con menos años y canas.
Digamos que, esporádicamente, tengo la firme convicción de que estás tan confundido como yo. Que no quieres verme porque sabes que las dudas se despejarán y habrás sufrido tanto como esta mujer que pierde el tiempo en indecisiones.
Digamos que, de vez en cuando, tengo las fuerzas para revertirlo todo: dejar de quererte, amarlo a él, seguir adelante y creer capaz de avanzar. Busco la fórmula para que esta sensación vaya conmigo siempre...
Digamos, para finalizar, que produzco demasiadas estupideces para aprovechar la vida...
Digamos que unas cien veces al día, de manera breve, aunque lacerante, me cuestiono a mí misma. Sí, me siento infeliz, incompleta, insatisfecha, indefinible, improbable, inconforme... A veces, creo que no podré reconstruirme y que me llenaré de arrugas, canas, cremas faciales y calcio pensando en todo lo que quise ser y no pude...
Digamos que, una vez por semana, te tengo una putísima envidia porque no te he visto llorar ni sentir lo que es caer en un abismo... Aunque te deseé lo más parecido a lo que llaman infierno, lograr que lo vivas nunca me hará retomar la senda.
Digamos que, todas las noches, creo que no podré desear a otro hombre, porque tú te interpones. Sí, apareces para desdibujar la imagen. Por más que no quiera, estás ahí.
Digamos que, en algún momento cuya periodicidad varía según mi ánimo, creo que ningún hombre se atreverá a meterse en mi vida. Siento que soy invisible al sexo masculino, por más resaltador que use sobre mi figura... No tengo la opción de la evasión que ofrecen otras pieles...
Digamos que a él lo quiero. Sí, lo quiero... Pero no consigo en su vida lo que hallé en la tuya. A veces, creo nunca conseguiré su atención, menos aún encajar en su existencia. Creo que él es otra versión tuya, con menos años y canas.
Digamos que, esporádicamente, tengo la firme convicción de que estás tan confundido como yo. Que no quieres verme porque sabes que las dudas se despejarán y habrás sufrido tanto como esta mujer que pierde el tiempo en indecisiones.
Digamos que, de vez en cuando, tengo las fuerzas para revertirlo todo: dejar de quererte, amarlo a él, seguir adelante y creer capaz de avanzar. Busco la fórmula para que esta sensación vaya conmigo siempre...
Digamos, para finalizar, que produzco demasiadas estupideces para aprovechar la vida...
Comentarios