Bitácora de una pasión/ Cuba libre y jugo de naranja para limpiar dudas

Acertaste al imaginarte que mis ojos se llenaron de sorpresa y extrañeza cuando vi que “1 Mensaje Nuevo” en mi celular era tuyo. ¿Vernos? ¿Eso decía ese SMS? Sonreía, quizás porque sabía que no era tan inocente como cuatro años atrás, pero algo de ello aún conservaba. Cumplimos cabalmente con el ritual de quienes desean verse: negativa, insistencia, negativa, reto, negativa, incremento del reto, aceptación y confirmación.

¿Dudas? Todas las que mi imaginación podía generar por segundo. Seis horas de expectativa matizadas por el discurso de Hugo Chávez y un montón de notas a jerarquizar en un sitio web. Twitter fue vía de escape, pues muchas de mis hipótesis se resumían en 140 caracteres fríos, por cierto, en comparación con todas las expresiones corporales posibles para un momento como este.

Luego de transitar con manos frías la distancia temporal, tocaba ahora caminar las dos cuadras que me separaban de cualquier cosa, que logré transitar pensando sólo en no conseguirme a algún empleado de la delincuencia que se antojara de mis cosas. Sí, porque podía encontrarte ahí solo, acompañado, ver a una mujer tuya con muchacho incluido o, simplemente, no verte. Afortunadamente, las puertas del lugar eran de vidrio y pude divisarte antes de entrar. Tu humanidad me abrigó de tal forma que olvidé todas las cosas que haría para hacerte rogar, mientras la conversa de la vida cotidiana nos hizo parecer un par de idiotas.

Cuba libre y jugo de naranja mediante, comenzamos a hablar de las tres letricas condenadas que nos llevaron a decirnos las cosas más punzo-penetrantes posibles, a intercambiar sentencias de vida y a ponernos del lado en el cual nos aborrecemos. Ese era, sin duda, el punto más importante de esta minuta. Como los mejores amigos, contamos el tránsito de cada uno por esas experiencias para darnos cuenta que, al final, no quedaba otra opción que aceptar la realidad y tener todas las precauciones propias del caso. Era parte de la vida que, sin contratiempos, seguía su curso.

Lo que siguió sólo merece el nombre del más grande cariño que dos seres se pueden profesar luego de haber conocido sus pieles y reencontrarse con esas experiencias que sólo requieren de dos. Botamos toda clase de porquería emocional para brindarnos afecto con el alma desnuda. Matizamos palabras con miradas.

¿Amor? No sé, quizás lo sea, pero no quiero pensarlo. Simplemente, quiero recordar que es posible zanjar cualquier diferencia, así sea con una Cuba libre y un jugo de naranja. Y ahora, queda seguir adelante, con la vida que cada quien anhela, así sea por separado, y el alma limpia de dudas.

Comentarios