Hay costumbres que el cuerpo reclama sin importante el día o la circunstancia en la que uno se encuentre, o así lo asumió mi Papá en su quinta década de vida. 5.00 am, pies fuera de la cama, 5:30 am, radio encendida y greca ruidosa avisando que el café ya está listo para simular que el sueño se va, 6:00 am, en el carro desplazándose al taller, para tratar de revivir los vehículos de sus clientes. Así vivía Alfredo.
Sin embargo, el 27 de noviembre de 1992 toda esta bitácora se fue a paro. Papá se quedó dormido. 6:45 am, pies fuera de la cama; 6:55 am, café a punto; 6:00 am, recordó encender la radio…
Del aparatito lleno de grasa y polvo sólo salía esto: “Última hora! Noti Rumbos informa! Una intentona golpista se registra en este momento en Caracas. Los insurrectos tomaron la sede de Venezolana de Televisión”.(*)
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A Papá se le olvidó por un breve instante que tenía el carro calentándose, esperando que él lo sacara de retroceso, lo colocara en la calle y lo llevara al taller. Se le olvidó que debía revivir los vehículos de sus clientes. Se acordó que existía la TV y que, nuevamente, otra rebelión cívico militar lo tomó por sorpresa. Solo agradecía que esta vez la noticia la escuchó en casa, no como el 4 de febrero pasado, cuando salió a la calle y, a media mañana, entre grasa y llaves, alguien le dijo: “Intentaron derrocar a CAP”.
“Mami, párate”, era lo único que le decía a mi progenitora mientras encendía la TV con sus manos. Nada de zapping a distancia. Dirección manual, pues!
Sí, por VTV transmitían las palabras de militar. Sí, tenía una bandera de Venezuela al fondo. Sí, leía una proclama. Sí, se identificaba con el MBR-200. Sí, el video lo pasaron tantas veces que nos negamos a recordar qué decía su protagonista…
No era el Chávez del “Por ahora” el que hablaba (a decir verdad, nunca supimos cómo se llamada el hombre que salía en el video). No, nadie se esperaba esto. No, sólo eran especulaciones los “ruidos de sable” hasta ese instante. No, no se había perdido las esperanzas de ver salir a CAP, el de la Venezuela saudita setentosa, del poder.
La imagen no le bastaba a Alfredo. Quería mil palabras. Apagó su carro, le dio día libre, y fue por su desvencijado radiorreceptor.
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Como si estuviera esperando la llegada de algún allegado en el aeropuerto, Papá se sentó sólo a escuchar a Radio Rumbos. La marimba de la emisora era sinónimo de popular, de cercano, de verdad para él. De vez en cuando, le daba el beneficio del escucha a YVKE Mundial, pero ese día sólo quería recordarlo por lo que le contara aquel medio que transmitía por el dial 670 AM.
Así, se tomó el termo de café que llevaría al taller. Sorbo a sorbo, se enteró que un tal Jesse Chacón estuvo involucrado en la insurrección, que unos aviones rompieron la barrera del sonido en Caracas, que VTV fue punto clave de toda la situación y que Hugo Chávez, sobre el que todos tenían puesta la mirada otra vez, seguía en Yare.
También oyó, sin pérdida ninguna, cómo unos señores de la Disp (que sonaba a palabras mayores, a “corran, corran, corran”) se metieron en la cabina de transmisión. Una mujer replicaba, reclamaba, respondía, resollaba casi cuando vio que la intención era una sola: Sacar la emisora del aire. Gritos, golpes, gritos, golpes, silencio…
Luego, supimos que esa periodista, llamada Teresa, y su compañero, Alexis, comprobaron de primera mano los “buenos tratos” de los funcionarios, juiciosos cumplidores de las órdenes de Luis Piñerúa Ordaz, el ministro…
A los 11 años, uno no tiene claro que es eso de ser ministro. Por lo que escuchaba en casa, eran aliados del presidente de turno (a decir de los mayores). Y de Piñerúa no sabía mucho, sólo el chiste que mi Mamá siempre recordaba de la campaña presidencial en la que participó, por allá en 1978. Supuestamente, el jingle de su campaña sonaba a timbre de casa: “Pi-ñe-RÚA”…. Evidentemente, era una broma, porque el hombre mandó a los Disip para Radio Rumbos sin tocar la puerta ni avisar.
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Alfredo se quedó como aquel que sigue esperando al viajero que nunca llegó al aeropuerto. Mi Mamá prefirió no esperar a escuchar si la emisora volvía al aire. Se fue corriendo al televisor a hacer zapping manual, a ver cómo terminaba esta historia de los militares que, citando a los padres de mis compañeros de colegio y a los míos, sí “tenían bolas”, “se dieron cuenta que el pueblo se muere de hambre”, “están con el pueblo”, “son la única salida a la corrupción” y otras cosas más que se transformaron en votos a favor de Chávez en 1998.
Papá, en cambio, quiso forcejear con la suerte… Esperó. No escuchó nada. Se puso a pescar otras señales. Al final, se resignó al ver que la marimba estaba callada.
Hoy, cuando me consigo en el Correo del Orinoco con entrevistas de personas que le dieron un amanecer de combate a Venezuela hace 20 años, recuerdo más que nunca a Papá. Él sabía que se venían tiempos difíciles: llenó de comida su caja de madera, para espantar a los fantasmas del hambre (bien sabía de eso luego de vivir en Italia la Segunda Guerra Mundial) y tenía sus esperanzas puestas en esos hombres que se alzaron hace 20 años.
Miento si digo que Papá no le perdió la fe a Chávez en 2002, cuando los medios se encargaron de mostrarnos una falseada realidad del país (y muchos siguen en esa). Sin embargo, fue el único ser que se dio cuenta en mi entorno de que el presidente no había renunciado en abril de ese año. “Jum… Chávez no renunció, va a volver”, me dijo luego de la juramentación de Carmona Estanga. Y así fue...
Poco a poco nos dimos cuenta ambos de la realidad pegados a las emisoras AM, como RCR, escuchando llamadas el 12 de abril que anunciaban cacerolazos y movimiento en la calle reclamando el regreso a Chávez. “Vamos a un corte y ya regresamos”, era lo que decían en algunos locutores para interrumpir de manera abrupta la programación y meter espacios ya grabados. No hizo falta la Disip de Piñerúa para silenciar el malestar popular…
Si estuvieras vivo, Alfredo, sé que seguirías jugando a conocer el país pegado a un receptor de radio, porque hace 20 años entendiste que la rebelión se sintoniza en AM.
(*)Más que citas exactas, estas frases buscan recrear algunos pasajes de hechos que ocurrieron en ese momento.
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