Victoria no halla cómo corresponderles

Luego de pulsar opciones y ponerse el dedo meñique morado nazareno, los meses de luchas, marchas, vallas, afiches, entrevistas, intercambio de insultos, odas al triunfalismo y demás artilugios propios de la campaña electoral se disipan para darle paso a numeritos, esos guarismos que no perdonan si hay un margen largo o estrecho y que, si bien pretenden salir de abrazos a viejitas y apretones de mano, en muchos casos simbolizan castigo a las carencias de todo tipo en un sistema político.


Justamente, los tan mentados numeritos dejaron el pasado domingo un espacio para las conjeturas más diversas, más divertidas, más tristes y más bizarras sobre un panorama político donde prácticamente se impone que cualquier ninguita es buena si es para joder al otro. Chávez, con buena parte de las gobernaciones y las alcaldías bajo el ala, y la oposición, que se queda con las joyas de la corona, se disputan la victoria de esta jornada, cual doncella bañada en oro. La interrogante del momento, como en las radionovelas, se reduce a saber si esa linda damisela que todos desean tener realmente le corresponde a alguien, si es regalada y le para a todos o si, por el contrario, se guarda para mejores galas.


Si nos ponemos rojos, rojitos, la cosa tiene diversas lecturas para el chavismo. Si tomamos en cuenta los resultados de los comicios regionales de 2004, hubo una baja sensible al perder tres gobernaciones y la Alcaldía Mayor. Ahora bien, si tomamos en cuenta los resultados del referendo para la Reforma Constitucional (RC), Chávez se recuperó, pues el número de gobernaciones que podía haber esperado era inferior a lo logrado.


En el lado de la oposición, aunque aleguen que por algo se empieza, su situación también admite diversas lecturas. Si pensamos en los resultados del referendo para la RC, no lograron su objetivo, más de 10 alcaldías, aunque movieron a sus seguidores. Ahora, si revisamos lo sucedido en 2004, hay un avance, especialmente porque se ganó en estados muy importantes a nivel electoral por su densidad poblacional.


Cada quien le da la lectura que quiere, especialmente porque nadie puede calificar al otro como un el poseedor de un contundente triunfo o una victoria de mierda. Pero lo que todos obvian, aunque pretendan no reconocerlo, es que los resultados de este domingo merecen una interpretación más profunda de la que se ha hecho.


Gracias a Dios, la gente está participando. Los ciudadanos entendieron que el selló “Votó” en el cuaderno de votación y el meñique lleno de tinta son la mejor expresión de madurez que se puede dar en todo el mundo. Sin embargo, sigue pareciendo triste que casi todo los triunfos se hayan forjado en función del amor y el odio que le tienen a Hugo Chávez. Sí, claro que hubo voto castigo, pero es innegable que el Presidente puso estos comicios como una validación de su movimiento, y la oposición se manejó en función de las emociones que despierta el jefe de Estado. Así, dudo que podamos ir hacia una sociedad más madura y, lejos de alegrarme, empiezo a llenarme de dudas.


Frente a tantos halagos, vueltas, saltos de talaquera y lecturas interesadas, es obvio que Victoria no sabe a quién corresponderle.

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