(14/01/2008)
Al fin cumplí con el deber moral de terminar de leer un texto demasiado terrenal: Lolita, obra de Vladimir Nabokov considerada la más excelsa de las novelas eróticas y, paradójicamente, vista como un fiel retrato de la sociedad norteamericana de la primera mitad del siglo XX escrita por un extranjero. Sin embargo, el valor de la historia entre el desesperante y enamorado Humbert Humbert y la "inocentemente" seductora Lolita transciende lo simplemente carnal y ofrece, contra todo pronóstico e intenciones, un panorama distinto para entender esos enredos que sólo lo hormonal puede justificar.
A riesgo de sonar contraria a la lógica sentimental que enseñan en la infancia, creo que todas las mujeres sueñan con tener un enamorado como Humbert Humbert. Ese deseo de cercanía, que nunca aburre aunque la convivencia humana lleve consigo el riesgo de la monotonía; el sentido de pertenencia sobre un ser que produce tanta indefensión y el grito ahogado de quien anhela las 24 horas al día algo de modo enfermizo. Confieso que, salvando los aspectos demenciales, quiero amar y ser amada como ese frenético hombre adoró a su nínfula.
Y en ese sencillo y modesto análisis Lolita también tiene mucho que aportar, pues resume de forma natural esa esencia que todas las mujeres deseamos transmitir: un halo de seducción mezclado con inocencia. Como esa cuña donde la mujer describe a su hombre ideal, una desea que la vean como la mami rica más mami rica que pueda pisar la faz de la tierra, pero al mismo tiempo quiere que la miren con ternura cuando acaba de hacer el amor (o tirar, si la cosa es simplemente carnal). Esa rara combinación tierna y sádica que pueden hacer sentir viva a la más frígida.
Vistos en conjunto, los protagonistas de esta novela resumen la esencia de las relaciones humanas. Siempre hay un riesgo: uno puede dar más que el otro (como hizo Humbert), el otro se puede sentir asfixiado (tal como ocurrió con Lolita), la ilusión y la desesperación hace malas jugadas (como le ocurrió a la adolescente que quiso jugar con su padrasto), etc.
Así son, Humbert Humbert y Lolita, reflejan lo que somos y lo que queremos ser.
http://www.youtube.com/watch?v=_LuIrxjtJ1Q
*Este texto forma parte de mi primer blog, Vitrina de Nimiedades.
Al fin cumplí con el deber moral de terminar de leer un texto demasiado terrenal: Lolita, obra de Vladimir Nabokov considerada la más excelsa de las novelas eróticas y, paradójicamente, vista como un fiel retrato de la sociedad norteamericana de la primera mitad del siglo XX escrita por un extranjero. Sin embargo, el valor de la historia entre el desesperante y enamorado Humbert Humbert y la "inocentemente" seductora Lolita transciende lo simplemente carnal y ofrece, contra todo pronóstico e intenciones, un panorama distinto para entender esos enredos que sólo lo hormonal puede justificar.
A riesgo de sonar contraria a la lógica sentimental que enseñan en la infancia, creo que todas las mujeres sueñan con tener un enamorado como Humbert Humbert. Ese deseo de cercanía, que nunca aburre aunque la convivencia humana lleve consigo el riesgo de la monotonía; el sentido de pertenencia sobre un ser que produce tanta indefensión y el grito ahogado de quien anhela las 24 horas al día algo de modo enfermizo. Confieso que, salvando los aspectos demenciales, quiero amar y ser amada como ese frenético hombre adoró a su nínfula.
Y en ese sencillo y modesto análisis Lolita también tiene mucho que aportar, pues resume de forma natural esa esencia que todas las mujeres deseamos transmitir: un halo de seducción mezclado con inocencia. Como esa cuña donde la mujer describe a su hombre ideal, una desea que la vean como la mami rica más mami rica que pueda pisar la faz de la tierra, pero al mismo tiempo quiere que la miren con ternura cuando acaba de hacer el amor (o tirar, si la cosa es simplemente carnal). Esa rara combinación tierna y sádica que pueden hacer sentir viva a la más frígida.
Vistos en conjunto, los protagonistas de esta novela resumen la esencia de las relaciones humanas. Siempre hay un riesgo: uno puede dar más que el otro (como hizo Humbert), el otro se puede sentir asfixiado (tal como ocurrió con Lolita), la ilusión y la desesperación hace malas jugadas (como le ocurrió a la adolescente que quiso jugar con su padrasto), etc.
Así son, Humbert Humbert y Lolita, reflejan lo que somos y lo que queremos ser.
http://www.youtube.com/watch?v=_LuIrxjtJ1Q
*Este texto forma parte de mi primer blog, Vitrina de Nimiedades.
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